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Fotografía facilitada por el equipo "Antártida inexplorada 2018-2019" con motivo de la entrevista concedida a Efe. Agotado pero feliz por sus logros científicos, el equipo español "Antártida Inexplorada 2018-2019", que usa un pionero trineo de viento, vuelve a casa tras 52 días de viaje por ese rincón extremo que es, según explica a Efe, "lo más parecido a ir a otro planeta". EFE

Expedición del trineo de viento: “Ir a la Antártida es ir a otro planeta”

Johannesburgo, 9 feb (EFE).- Agotado pero feliz por sus logros científicos, el equipo español “Antártida Inexplorada 2018-2019”, que usa un pionero trineo de viento, vuelve a casa tras 52 días de viaje por ese rincón extremo que es, según explica a Efe, “lo más parecido a ir a otro planeta”.
Ciudad del Cabo (Sudáfrica) ha sido su primera parada antes de regresar a España el próximo martes, con datos para una decena de proyectos que van desde ejercicios de geolocalización del sistema Galileo de la Agencia Europea del Espacio (ESA), hasta pruebas con sensores creados para una misión de la NASA a Marte en 2020.
“Estar en el interior de la Antártida es lo más parecido que hay a hacer un viaje a otro planeta, lo más parecido a ir a la Luna. Estábamos completamente aislados, en unas condiciones absolutamente extremas. Sientes la soledad, la pureza, hay espacio por todas partes, el horizonte es infinito”, cuenta a Efe por teléfono Ramón Larramendi, creador del trineo de viento y promotor de la travesía.
Junto a él viajaban Ignacio Oficialdegui, Hilo Moreno y Manuel Olivera y casi dos toneladas de equipaje, en su mayoría pertenecientes a la estructura del trineo.
Este vehículo pionero utiliza para impulsarse varios juegos de cometas, de hasta 150 metros cuadrados de superficie y capaces de alcanzar los 200 metros de altura, de manera que puede aprovechar los vientos en función de su intensidad y dirección.
Este sistema convierte al equipo de Larramendi en el primero en la historia capaz de desplazarse por la Antártida sin contaminar, además de ofrecer costes muy inferiores a los de las misiones científicas tradicionales que, como punto de partida, tienen que construir una base y mantenerla.
“Desenvolverse por el interior de la Antártida de un modo limpio es una obligación. El mismo Tratado Antártico establece que hay que minimizar el impacto y hay protocolos medioambientales absolutamente extremos comparados con cualquier otro lugar. Dentro de este entorno, que es el último lugar virgen que hay en la Tierra, este es el primer sistema cero emisiones que existe”, detalla Larramendi.
“Con el trineo no tienes una infraestructura -agrega-, no tienes un mantenimiento que pagar y tienes accesible millones de kilómetros cuadrados. Conceptualmente, es algo totalmente diferente y nuevo y con un enorme potencial”.
Las ventajas son tales, que Larramendi espera que este viaje -el tercero que realiza por la Antártida con el trineo de viento, pero el primero con fines científicos- pueda ser el “embrión” de un programa oficial y regular antártico español.
De un sistema así podrían beneficiarse universidades e instituciones de todo el mundo que necesiten recolectar datos científicos.
En total, esta expedición hizo una travesía circular de unos 2.538 kilómetros por una de las partes interiores de la Antártida más inexploradas por el hombre.
El trineo, modificado en esta ocasión para transportar mucho más peso que en los viajes de exploración anteriores, aguantó el trayecto sin ningún desperfectos.
“Aunque ya teníamos muchas esperanzas en él, nos ha sorprendido. Realmente estaba impecable como para volver a cruzar la Antártida mañana mismo si es necesario”, comenta el líder de la expedición, que estaba apoyada por la Fundación Príncipe Alberto II de Mónaco, la agencia Tierras Polares y la Agencia Espacial Europea.
Además, ayudados solo por el viento, lograron subir a lo alto del Domo Fuji, una especie de enorme meseta que, con sus 3.810 metros de altura, es el segundo punto más alto de esta parte del continente antártico.
“Nos quedábamos sin oxígeno absolutamente, pero se demostró que es posible ascender cuesta arriba con el trineo”, señala Larramendi.
Atrás quedaron ya también temperaturas mínimas de 42 grados bajo cero -pero también una “ola de calor” que les permitió “disfrutar” de unos agradables 24 grados bajo cero durante unos días-, jornadas de frustración por la ausencia de vientos o pasar la Navidad y recibir el Año Nuevo en condiciones muy poco convencionales.
“Teníamos unos gorritos de Navidad y unas canciones e hicimos un poco el tonto, pero el tema no estaba para grandes celebraciones Tampoco teníamos con quién celebrarlo, estaba aquello un poco desértico”, bromea Larramendi.
“Realmente -concluye el aventurero-, te da la sensación de estar en otro planeta, sabes que un día volverás pero estás en otra realidad en la que eres increíblemente frágil. Y también en la que tienes que tener un cuidado extremo para sobrevivir porque no es un entorno hecho para el hombre y los errores se pagan muy caro”.
Nerea González