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Los internos de la prisión Santiago Sur sufren la ausencia de la libertad en un día a día marcado por los colores de los muros que los aislan, pero un programa de desarrollo artístico les brindó una oportunidad única; colorear sus pulsiones internas y exponerlas en el exterior. Tiempo 01:45

Trazos de libertad para comunicar lo que un penal chileno esconde

Los internos de la prisión Santiago Sur sufren la ausencia de la libertad en un día a día marcado por los colores de los muros que los aislan, pero un programa de desarrollo artístico les brindó una oportunidad única; colorear sus pulsiones internas y exponerlas en el exterior.
Este es el objetivo que persigue el proyecto “Expresión de Libertad”, que se expone en la casa de la cultura de la Universidad Bernardo O’Higgins y que cuenta con algunas de las obras que los reclusos han desarrollado durante los últimos meses.
Todas ellas giran en torno a la idea de libertad y sirven de carta de presentación a la labor de expresión artística y reinserción social que realizan dentro del centro, así como del papel que ejercen los profesores y educadores que trabajan con ellos.
Trazos cromáticos que bailan en caída hacia un punto fijo tras unos alambres de púas, pasillos que se extienden eternamente hasta un punto de fuga que nunca llega u horizontes desérticos sin un alma a la vista son algunos de los conceptos plasmados por estos artistas que tienen en María Eugenia Albornoz a su mentora.
Albornoz es profesora de artes visuales y una de las caras reconocibles de la iniciativa, que, según explicó a Efe, ha logrado “brindar una oportunidad única a los internos” al ofrecerles “un espacio donde se sienten seguros para poder expresarse”.
Ella trabajaba en un colegio de la municipalidad de Santiago cuando pidió el traslado y recabó en la penitenciaría, un salto que le “asustó” al principio, pero por el que hoy por hoy da las gracias.
“Los primeros alumnos que tuve me recibieron con lágrimas en los ojos porque nunca habían tenido la oportunidad de estar en un taller de arte, a pesar de que algunos de ellos siempre habían tenido ansia por aprender a pintar”, indicó la maestra.
En total son 12 alumnos desde los 19 hasta los a 28 años, los que se han beneficiado de este programa que ahora ve la luz y que se expone en un espacio que intenta ser un punto de encuentro entre las diferentes comunidades que dan forma a la localidad.
Y es que, como bien detalló Albornoz, muchos de estos jóvenes tienen “una capacidad enorme” para el arte y solo necesitaban de “los instrumentos necesarios” para poder sacar “la garra y las ganas que tienen dentro” de crear y contar su historia a los demás.
Cada una de las clases, continuó, comienza con un desayuno en el que profesora y alumnos hablan de la actividad a desarrollar, así como el tema a tratar, que puede ir desde a libertad hasta el amor, la familia o el respeto.
Antes de comenzar a crear, Albornoz les hace trabajar en la construcción de sus propios lienzos y luego les explica los diferentes movimientos artísticos que han marcado la historia y sus características.
Con ello, según indicó la maestra, busca que los jóvenes se sientan “dentro del proceso”, se liberen y “aprenden a respetarse los unos a los otros”, algo que ha notado que les falta, ya que antes no eran capaces de escuchar las opiniones de sus compañeros sin reirse.
También destacó que muchos de ellos sufren de “baja autoestima” porque son personas que siempre han sido “regañadas y apartadas de la sociedad”, algo que, en su opinión, les ha creado una “sensación de aislamiento muy peligrosa”.
Una vez la tela y el resto de materiales están listos, Albornoz le pregunta a cada uno de los internos qué idea quieren representar y cómo quieren hacerlo, punto desde el cual comienzan a experimentar por sí mismos.
“Recuerdo el caso en concreto de un joven que, a pesar de ser muy tímido, sentía una fuerte atracción por el expresionismo. Se familiarizaba con él porque encontró en su forma de representar el mundo una manera poderosa de expresarse”, detalló la profesora.
Por todo ello, Albornoz considera que el futuro del proyecto “no tiene límites”, ya que tiene la capacidad de despertar “enormes expectativas” en los reclusos, lo que hace que su “autoestima suba”.
Algo importante, concluyó, ya que es un paso necesario para que sientan que “pueden aportar y entregar algo a los demás” y vuelvan a “ser y sentirse útiles” cuando abracen de nuevo la libertad.