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Vista de los 174 ataúdes, 172 osamentas y 2 cofres con restos de personas no asociadas que fueron inhumadas el 21 de junio de 2018, en San Juan Comalapa (Guatemala). EFE

Mujeres de Guatemala tejen con amor la terca búsqueda de sus desaparecidos

La inhumación de 172 osamentas en el antiguo destacamento militar de Comalapa, en Guatemala, concluyó una lucha de más de tres décadas de cientos de mujeres que buscaron sin descanso a sus desaparecidos durante el conflicto armado guatemalteco.
Finalizó con un proceso transitorio al darle sepultura a 172 víctimas mortales de una política de Estado aplicada por el sanguinario Ejército de Guatemala, que participó en un 93 % de las más de 200.000 muertes violentas y 45.000 desapariciones que dejó la guerra acaecida entre 1960 y 1996, según el registro de la Comisión para el Esclarecimiento Histórico.
Pero estas osamentas, que fueron introducidas este jueves a unos nichos bautizados como Paisajes de la Memoria, fueron inhumadas sin ser identificadas por la Fundación de Antropología Forense de Guatemala, la cual hizo la labor de exhumar y hacer pruebas genéticas para encontrar a sus familiares, entre quienes pudieron ofrecer sus propias pruebas de ADN.
De las 220 osamentas halladas en las 53 fosas clandestinas ubicadas dentro del destacamento, ubicado el departamento central de Chimaltenango, solo 48 fueron devueltas a familiares tras haber coincidido los perfiles de, en su mayoría, las mujeres que buscaban a los suyos.
Dicha base militar fue el centro de tortura, asesinatos y atrocidades, apenas a dos kilómetros de un pueblo conocido por su arte, por sus murales, sus óleos y su música.
Mientras la dirigente de la Coordinadora Nacional de Viudas de Guatemala, Rosalina Tuyuc, caminaba sosteniendo la placa de identificación FAFG 317-I-2 para colocarla en la tumba de la primera víctima inhumada, la voz de Emma Theissen Álvare, la madre del menor desaparecido de manera forzosa Marco Antonio Molina Theissen, describía la empatía y conmoción por esta jornada.
Desde Costa Rica, donde vive desde que salió al exilio con sus hijas, la mujer recordó en un mensaje grabado la condena a cuatro ex altos mandos del Ejército de Guatemala condenados el pasado 23 de mayo por la desaparición forzada de su hijo y la violación de su hija sobreviviente, Emma Guadalupe.
“Quiero caminar con ustedes buscando a los de nuestra sangre, que están ocultos en la tierra y aguardan pacientes a que nuestras manos los rescaten, para darles un amoroso abrazo de despedida y colocarlos con ternura en un lugar que llenaremos de flores y palabras de amor”, sostuvo.
Emma Theissen, quien durante el juicio tuvo el coraje de señalar al oficial de inteligencia que se llevó a su hijo para siempre la mañana del 6 de octubre de 1981, le dijo a las miles de mujeres asistentes al entierro que quería ir de la mano con ellas “porque somos el mismo dolor, el mismo amor y la misma esperanza que tercamente mantendremos hasta encontrarles”.
A unas cuadras de la antigua despensa familiar, la bodega donde serían veladas las 172 cajas con las víctimas del destacamento de Comalapa, la Coordinadora Nacional de Viudas se reunía al inicio de la semana con las mujeres de Sepur Zarco, quienes alcanzaron también un pedazo de justicia con la condena, en 2016, de un excomandante y un excomisionado militar por crímenes de lesa humanidad.
Estas mujeres, que fueron esclavizadas sexualmente en el destacamento del mismo nombre en el nororiental departamento de Izabal, querían apoyo en la dignificación de los suyos y de su proceso.
Feliciana Macario, coordinadora del área de dignificación de la Coordinadora Nacional de Viudas, dijo a Acan-Efe que el encuentro era parte del trabajo que realiza desde hace décadas en la búsqueda y apoyo a organizaciones y familiares para seguir la lucha por la verdad, la memoria y la no repetición.
Entre los millares de mujeres que no descansan por obtener una respuesta, un indicio que los lleve cerca de los suyos, también están los hombres que sobrevivieron y que, igualmente, luchan para reencontrar a sus familias.
Uno de ellos, Leon Jolaj Camey, un músico que nació en Chimaltenango y que creció en Comalapa, cargaba el miércoles una corona de flores porque para él, aunque aún tiene 11 desaparecidos, la inhumación de víctimas no identificadas también “es un alcance de justicia”.
La noche del miércoles, cuando fueron velados los huesos de quienes volvían a la tierra que los tragó entre 1980 y 1986, pero ahora para ser dignamente inhumados, León Jolaj cantaría una canción que había preparado para la ocasión.