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Las sorpresas detrás del Nobel de la Paz al presidente Santos

Llegó a la presidencia de Colombia como el heredero de Álvaro Uribe y sus políticas de mano dura, por lo que su triunfo parecía alejar todavía más una posible salida negociada al conflicto colombiano.

Pero Juan Manuel Santos, quien acaba de recibir el Premio Nobel de la Paz por sus esfuerzos en ese sentido, también sorprendió a Colombia -y al mundo- desde su primer discurso como mandatario.

“La puerta del diálogo no está cerrada con llave”, dijo ese 7 de agosto del 2010, cuando empezó su presidencia y con ella el camino que lo terminaría llevando hasta el codiciado premio.

Un camino tortuoso y lleno de momentos difíciles, como el reciente -y también inesperado- rechazo en las urnas al acuerdo de paz con la guerrilla de las FARC que Santos quería dejar como su legado.

“A pesar de la victoria del ‘No’, el presidente Santos ha acercado significativamente ese sangriento conflicto a solución pacífica”, reconoció el Comité Noruego del Nobel al anunciar el reconocimiento.

Y la historia misma de todo el proceso sugiere que todavía no se pueden descartar nuevas sorpresas por cuenta del esquivo proceso de paz colombiano que busca poner fin a un conflicto de más de 52 años que ha dejado más de 220.000 muertos y millones de desplazados.

De sorpresa en sorpresa

Efectivamente, la noticia de que se habían iniciado conversaciones con las FARC también tomó por sorpresa, en su momento, a los colombianos.

Presionado por revelaciones públicas del ex presidente Uribe, quien ya había empezado a distanciarse de su ex ministro de defensa, Santos las tuvo que confirmar públicamente el 27 de agosto del 2012.

En ese momento, en su brevísimo mensaje, el presidente colombiano se refiere las negociaciones como la guerrilla más antigua y poderosa del país como meras “conversaciones exploratorias”.

Pero ocho días más tarde anuncia que, después de meses de negociaciones secretas, gobierno y FARC ya han logrado acordar una “hoja de ruta” para la terminación del conflicto colombiano.

En esa intervención del 4 de setiembre Santos explica los principios generales que guiarían la negociación, incluyendo el hecho de que las mismas no implicarían el cese de operaciones militares.

Pero no hace ninguna referencia a una posible ratificación de los acuerdos en las urnas, una costosa concesión que más tarde le arrancarán las críticas de Uribe y los ataques de sus adversarios.

Para el lanzamiento formal de las negociaciones, sin embargo, el optimismo rodea a las primeras conversaciones de paz con las FARC en más de una década, presentadas al mundo en Oslo el 18 de octubre del 2012.

Y ese optimismo solo aumentará con el inicio de la primera ronda de diálogos en La Habana, el 19 de noviembre de ese mismo año, y el subsecuente cese del fuego unilateral de dos meses anunciado por la guerrilla colombiana.

Negociando en medio de la guerra

Santos, sin embargo, ha insistido desde el inicio en que la continuidad de las operaciones militares en contra de los rebeldes es la mejor forma de acelerar el proceso, que para ese entonces anticipa como algo que va a durar “meses y no años”.

Y el 1 de diciembre esas reglas del juego tendrán su primer gran examen, pues el ejército colombiano bombardea un campamento de las FARC en el municipio de Ricaurte, matando al menos a 20 de sus integrantes.

Como explicó BBC Mundo en su momento, se trata del golpe militar más fuerte recibido por las FARC en mucho tiempo y todos se preguntaban cuál será la reacción de los rebeldes.

Pero las FARC, que no habían abandonado las pláticas preparatorias ni siquiera después de la muerte en un operativo militar de su máximo líder, Alfonso Cano, no se levantan de la mesa.

Y el gobierno también reafirmará su compromiso con la negociación en medio del conflicto el 26 de enero del 2013, cuando los guerrilleros retienen a dos policías en el departamento de Valle del Cauca.

La acción, que la guerrilla intenta justificar como normal en un contexto de guerra, despierta la furia del gobierno colombiano, que la considera una violación al compromiso de las FARC de renunciar a los secuestros.

Los negociadores de Santos, sin embargo, regresan a La Habana y los dos policías son eventualmente liberados.

Y a pesar de varios episodios similares, a menudo atizados por Uribe, las conversaciones de paz continúan según lo pactado, si bien con algunos sobresaltos.

Reelección en peligro

Cada vez parece más claro, sin embargo, que al momento de anticipar la duración de la negociación -“meses, no años”- Juan Manuel Santos pecó de entusiasta.

Y, efectivamente, al presidente colombiano le tocará buscar la reelección en un país profundamente dividido por los acuerdos y con éstos como principal tema de campaña.

Las cosas no empiezan bien y Santos es sorpresivamente derrotado en la primera vuelta por Oscar Iván Zuluaga, el candidato del partido de Uribe, quien también regresa al parlamento como el senador más votado en la historia de Colombia.

Pero Santos logra imponerse el 25 de mayo del 2014, en la segunda vuelta de unas elecciones vistas por muchos como un primer referendo en favor de los acuerdos por los que tanto había luchado.

Y después de casi cuatro años de negociaciones, estos son finalmente suscritos en la ciudad de Cartagena el 26 de setiembre pasado.

Es un Santos vestido de blanco quien firma los acuerdos, firmemente convencido de que el final del alzamiento armado más prolongado del hemisferio occidental finalmente está al alcance de la mano, pues las encuestas también le dan al “Sí” una amplia ventaja.

Un “No” que sorprende

La nueva sorpresa, sin embargo, llegará el domingo 2 de octubre, cuando los acuerdos son rechazados en un plebiscito por una diferencia de menos de 60.000 votos: un 0,43% de los sufragios.

La decisión sume al proceso de paz en crisis y la prensa internacional deja de incluirlo en su lista de favoritos para el Nobel, aunque Santos insiste en que seguirá luchando por él hasta el final de su mandato.

Y a pesar de ese “No” el Comité Noruego del Nobel decide otorgarle el galardón al presidente colombiano en reconocimiento a sus esfuerzos, pero también con la esperanza de que el prestigioso reconocimiento le de nuevos bríos a su esperanza.

“Recibo este reconocimiento con gran humildad y como un mandato para seguir trabajando sin descanso por la paz de los colombianos. A esta causa dedicaré todos mis esfuerzos por el resto de mis días”, dirá luego Santos.

“Agradezco infinitamente y de todo corazón esta honrosa distinción. La recibo, no a nombre mío, sino a nombre de todos los colombianos, en especial a las millones de víctimas que ha dejado este conflicto que hemos sufrido a lo largo de más de 50 años”.